Foto: Fátima Rodríguez

11 diciembre, 2014

Trozos de trazos

La cultura universal no podría identificarse con una cultura, pero tampoco puede excluir todo principio transcultural. En efecto, si todas las culturas tuvieran el mismo valor, no tendríamos razón alguna para rechazar la validez de una cultura que no se considerara universal y se impusiera por la fuerza a las demás. Un relativismo absoluto está obligado a aceptar la igual validez de cualquier cultura dominante y discriminadora. Para rechazarla tiene que argumentar que una comunidad cultural libre es preferible a una oprimida y que vale más el respeto a la pluralidad que la imposición de las propias actitudes y creencias. Si reivindica el valor de la autonomía cultural, asevera que la libertad es preferible a la dominación; si afirma su identidad, establece la superioridad la superioridad moral de ser auténtico; si rechaza que el sentido de su vida sea determinado por otros, proclama el derecho de todos a elegir sus propios fines. Esos valores no pueden ser ya relativos; si lo fueran, no habría justificación racional para rechazar una cultura que les fuera contraria. Sin proclamarlo, si su conducta está fincada en razones y no sólo en impulsos ciegos, el relativista tiene que admitir ciertos valores transculturales para justificar su propio relativismo.

Luis Villoro

Fragmento: Los retos de la sociedad por venir


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