Foto: Fátima Rodríguez

11 enero, 2015

El vapor y el espejo



    Adenda 19 de abril de 2015:  Foto y aviso en el FB: Román Cortázar (@entroportusojos )


El año ha empezado con una noticia que, aunque en cierto modo la esperaba, no dejó de provocarme esos nervios espontáneos que traen consigo las sorpresas. Fue a través una foto, una imagen que me hicieron llegar por Facebook, como me enteré —no podía ser de otro modo en estos tiempos. El post traía este mensaje: “El vapor y el espejo”, por fin sentadito en los anaqueles, en la librería Educal Palacio Canton en Mérida.

Ese día estaba en Tuxtla. Cuando envié el texto para su revisión lo hice desde Querétaro, la noticia del dictamen favorable me tomó en Monterrey y el trabajo de corrección con la editora (quien ve más allá de lo vidente) lo hicimos en la Ciudad de México. Y la novela, que terminé de redactar en el De Efe, se dejó ver, tan nuevecita, en Mérida.

Sería tedioso para quien lee conocer la descripción desde mi experiencia de los meandros que una primera novela debe sortear para llegar a ser una primera novela publicada. No me parece que sean muy distintos a otros. Seguro hay historias más interesantes que la que pasé. Pero sí me da bastante satisfacción que el Fondo Editorial Tierra Adentro sea el que haya tomado la decisión de apoyar mi trabajo. Y debo decirlo, me pone bastante contento.

Nunca el trabajo literario es un trabajo individual. Acaso su redacción, ésa sí, sea una labor solitaria, pero no es lo mismo. Varios pares de ojos confidentes pasaron por El vapor y el espejo y dejaron observaciones valiosísimas, que agradezco. Otras manos institucionales la escudriñaron, la retocaron, la dejaron presentable, la distribuyeron por casi todo el país a través de las librerías Educal con una sinopsis en la contraportada, que aquí copio:

A la manera de Dashiell Hammett o Raymond Chandler, Gibrán Domínguez nos conduce, en El vapor y el espejo, por los bajos mundos de la corrupción y el asesinato; las noticias equívocas y la desinformación, no desde el crimen organizado y el narcotráfico, sino desde los sótanos del poder político. Una novela de andamiaje sólido y sentido del humor tétrico; donde su protagonista, Ramón Alcántara, responsable de la morgue, recibe el encargo de guardar por unos días un cadáver “especial”, con discreción y sin hacer preguntas. La llegada del cuerpo y una serie de notas misteriosas, que van apareciendo conforme pasan los días, lo llevan de la curiosidad al sobresalto, hasta involucrar a su propia exesposa; lo que hace de esta obra una especie de laberinto en el que aparecen y se atan cabos, además de sumarse personajes cada vez más siniestros.

Supongo que lo que sigue es soltar y esperar —deseando— que las manos y los ojos y las horas de otros se paseen o se pierdan o se involucren o se retuerzan en la novela. No estoy seguro. Yo sólo he pasado a este blog con la intención de dejar una constancia pequeñita.  


Gibrán Domínguez