Foto: Fátima Rodríguez

25 agosto, 2009

Monumento a Mafalda

El artista argentino Pablo Irrgang trata de "humanizar" el personaje de Mafalda en la escultura que se instalará el domingo en el barrio porteño de San Telmo en homenaje al creador de la popular historieta, Joaquín Salvador Lavado, Quino. Sentada en un banco y con una altura de 80 centímetros, la protagonista de la tira argentina más conocida descansará desde este domingo en la calle Chile de San Telmo, donde estaba ambientada la trama, y a escasos metros del portal en el que vivía su creador.
Convocado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires para realizar la escultura, el objetivo principal del escultor ha sido tratar de "humanizar" al personaje, explicó ayer el artista desde su taller de la capital. La petición inicial se refería a una obra "un poco más monumental, en una escala más grande", pero a Irrgang no le parecía adecuado para el personaje.

Por el contrario, Mafalda le producía una idea de proximidad y optó por reproducirla en una escala "de nena", más parecida al que sería su tamaño real, y "con el que la gente pueda sentirse identificada, sentarse y sacar un foto", apuntó. Además, ha preferido aplicar algún juego de color que le aporta plasticidad y hace que "no sea una muñecota solamente", comentó.

Para su elaboración ha elegido "los materiales más propicios para estar en la vía pública y darle un poco de color y vida al personaje", que nació en 1963 de la imaginación de Quino, quien ideó aventuras de esta niña adulta hasta 1973. Modelada primero en arcilla, le colocó después un molde de silicona sobre el que copió con resina de epoxy y fibra de vidrio, materiales muy resistentes que han sido tratados "de una manera especial" para que lo fueran todavía más.

No obstante, Irrgang espera que la escultura "despierte los mejores sentimientos y no los peores", y que no sea dañada por algún acto vandálico. En este sentido, el escultor está sorprendido por la expectación que ha despertado su obra, tanto dentro como fuera del país, y que atribuye al impacto que genera el personaje de Mafalda "sobre todo por el humor que tiene, un poco político e ideológico, que genera todavía identificación porque los problemas del mundo lamentablemente no han cambiado mucho", apuntó.

Hasta el momento no había en el barrio ningún tipo de mención del personaje, aunque existía "el mito urbano de que ése era el barrio de Mafalda", relató Irrgang, para quien este elemento va a aportar "un poco más de vitalidad turística a la zona y va a permitir que muchos fans se puedan reencontrar con el personaje".
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Comentario: ¡Vientos!

21 agosto, 2009

Alabastro



Román Cortázar Aranda / viernes, 21 de agosto de 2009 / El diario de los Andes

Homero fue el primer gran editor de la literatura occidental porque comprendió que la palabra escrita, a diferencia de la palabra oral, se halla abierta a los pormenores del infinito. Así fijó en letra, amañó y limó, los poemas que antaño había fijado en el viento la voz. Homero fue el primer gran poeta de la literatura occidental porque descubrió que su imaginación era no sólo capaz de editar los poemas que habían sido cantados desde 1180 a. de C., sino que podía añadirles, por lo menos cuatrocientos años después, aventuras y personajes puramente ficticios.Homero, el hombre (o la mujer, si hemos de creerle a Samuel Butler y Robert Graves), vislumbró que se apagaba su voz en la nada y se volvían pálidas las palabras que cantaba. Entonces llevó los sonidos del viento a la hoja. Pero Homero no sabía escribir. George Steiner, con inteligencia delicada, nos dice que no es necesario creer que Homero fuera un hombre ilustrado. Habría dictado ambos poemas a un escriba. Pero Steiner aun va más allá: "me atrevería a asegurar que la antigua y persistente tradición de su ceguera está relacionada con este punto probable. Deseando ocultar a una época posterior y más crítica este defecto técnico del maestro -la vergüenza del analfabetismo-, los Homéridas lo describieron ciego".Como Homero el ciego, la crítica literaria no ha podido escribir lo que ocurrió en esa misteriosa noche que separa la Ilíada y la Odisea. Porque a Aquiles lo domina la risa y a Ulises -u Odiseo- la sonrisa. Aquél es alegre brutalidad; éste, ironía pura y fría. Aquél es Edad de Bronce; éste, los primeros rayos del alba presocrática.En un ensayo espléndido, Ítalo Calvino traba lucha con el esquivo Ulises y arroja un ancla en su umbroso periplo. Nos dice que el héroe siempre batalla con la desmemoria: el loto, las drogas de Cirse, el canto de las sirenas. En una palabra: no debe olvidar la Odisea.Para Edoardo Sanguineti, el de Ulises no es un viaje de ida, sino un viaje de vuelta. Por lo tanto, "el futuro que Ulises va buscando es entonces, en realidad, su pasado". Vemos no una simple regresión sino una restauración. Ésta se apresura cuando Euriclea, el ama de llaves, reconoce al héroe oculto en un disfraz de mendigo. Lo reconoce al bañarlo. Lo denuncia la piel: la huella de los dientes de un jabalí. El signo de la restauración es entonces la cicatriz. Con su regreso y victoria final, Ulises restablece el orden ideal en, por lo menos, dos sentidos: el interior y el social. Supongo que esto pensaba Calvino cuando escribió que la memoria sólo cuenta si reúne pasado y futuro, "devenir sin dejar de ser, ser sin dejar de devenir".Muchos siglos después, en 1868, un fabuloso dramaturgo noruego, Henrik Ibsen, publicó una nueva versión de la Odisea. Ulises adopta en esta obra, una de las más grandes de la literatura, el nombre de Peer Gynt. Es un canalla adorable que aspira al título de Emperador de Sí Mismo. Como sería de esperarse, también hay un reconocimiento. Su signo es una cebolla. Pues bien: a propósito de la cicatriz de Ulises, Erich Auerbach observa que el inventor del caballo de Troya "es completamente el mismo al regreso que cuando, dos décadas antes, abandonó Ítaca". La odisea, por tanto, habría sido tan solo una gran aventura geográfica. Pero deberán pasar muchos años aún para que la odisea se exprese en un lugar inmaterial. En la región interior, entre fantasmas oscuros.Es plausible que la cicatriz sea una marca no sólo corporal. Mañoso y astuto, el héroe alcanza sin embargo un protagonismo mediocre en la Ilíada. Lo hace voluntariamente. En ese mundo bárbaro y brutal, su fama de taimado contrasta con la dignidad de los guerreros que prefieren, antes que el ejercicio del ardid y el doblez, morder el polvo a la manera de Héctor, revolcándose en su propia sangre. Alfonso Reyes nos dice que Autólico, "en recuerdo de sus peripecias y su propio renombre, bautizó al nieto y le dio el nombre de Odiseo". Es decir: el "odiado". Autólico era otro rufián experto en el engaño y el hurto.Pero la cicatriz es aún más honda. Para Sanguineti, se trata de la repetición. Puede ser que tenga razón. Por lo menos Dante así lo registró en su Comedia. Virgilio y Dante llegan a una hoya. Luego ven muchos fuegos y, adentro de los fuegos, las almas de los engañadores. En dos de ellas se hallan Diomedes y Ulises, los embaucadores más legendarios. Virgilio les habla. Virgilio, no Dante. Ya Borges nos ha explicado la razón: Dante no es nadie, no ha escrito aún su Comedia. Virgilio les pide que le cuenten cómo murieron y entonces, desde lo hondo de una llama, habla la voz de Ulises. Ulises no tiene rostro, sólo sus hazañas. Ulises dejó a Penélope para emprender su último viaje. Inflamó a sus viejos compañeros con palabras nobles. Les dijo que son hombres, no bestias, que nacieron para conocer y para comprender. Y emprendieron la exploración del hemisferio austral. La voz de fuego de Ulises, una vez más, no olvida.En alguna página, Steiner se pregunta qué sucede cuando leemos la Ilíada con los ojos de Ulises. Ante las variaciones estilísticas y aun las diferentes visiones del mundo, desarrolla una idea: que Homero fue el compilador de la Ilíada y el autor de la Odisea. Creo que las páginas más nobles de la crítica literaria siguen siendo insuficientes para contarnos lo acontecido. Creo que no la crítica sino la poesía zanjará el asunto algún día. Añadiré que fue el poema dramático de Ibsen el que continuó y completó la obra de Homero. Al regresar a casa luego de tantos años de ausencia, un viejo y cansado Peer Gynt se enfrenta al diablo deshojando una cebolla; se da cuenta entonces de que él mismo -como Ulises ante Polifemo- es Nadie. Como la cebolla, él no tiene centro. En su corazón palpita la nada. Tenemos, pues, nuestra moderna Odisea espiritual.

20 agosto, 2009

¿Quién quiere ser diputado?

Soledad Loaeza/La Jornada

En estos tiempos de desempleo y de jubilaciones forzadas –aunque se apliquen a septuagenarios–, la Cámara de Diputados se ha convertido en una apetitosa alternativa. Las condiciones de admisión son mínimas, pero varían en cada caso. Es decir, cada partido demanda atributos personales distintos. Por ejemplo, los perredistas requieren de su personal pulmón, fuerza física suficiente para empujar curules, bloquear portones, un vocabulario florido y buena disposición para recibir instrucciones. Los panistas, en cambio, esperan reclutar a personas bien peinadas, persignadas, con capacidad para engolar la voz y cantar himnos, y buena disposición para recibir instrucciones. A los priístas les basta con que sus representantes tengan capacidad de aguante y buena disposición para recibir instrucciones. El Partido Verde busca diputados que puedan hablar en voz alta, a pesar de que traigan una papa caliente en la boca, viajados, que sean jóvenes de buen ver, comprometidos con la defensa de los valores del ahora maduro Niño Verde, y que tengan buena disposición para recibir instrucciones. El Partido del Trabajo y Convergencia convienen en que sus representantes tengan buena disposición para recibir instrucciones, aunque éstas provengan de ultratumba.

En términos generales puede aspirar a una diputación cualquier persona de buena voluntad; la afiliación partidista que ostente en la Cámara dependerá de su habilidad para cumplir con los requisitos particulares que demanda cada fuerza política. Parecería que todas coinciden en recomendar a personas con iniciativa que se abstengan de participar en la competencia por una candidatura.

En México, llegar a la Cámara de Diputados hoy no es sueño de patriotas –por algo será que este término haya pasado de moda–, sino que se ha convertido en la aspiración de quienes, queriendo hacerse millonarios, prefieren el camino fácil de las prerrogativas, las compensaciones, sueldos enormes, los bonos y aguinaldos, la exención de impuestos, viajes y celulares pagados, los regalos de los intereses particulares a cambio del esfuerzo mínimo de levantar un dedito en la votación indicada. Y, no lo olvidemos, ese dedillo –que ya no es el dedazo del pasado– también está protegido por el fuero que debería defender a los Belisarios Domínguez de ese mundo, pero como de ésos ya no hay ni pocos ni muchos, el fuero ha quedado reducido a una medida más de impunidad. A diferencia de nuestros diputados, los concursantes en programas de televisión que aspiran a ganar grandes cantidades de dinero necesitan conocimientos, a veces triviales, a veces sofisticados, una buena dosis de audacia, iniciativa, creatividad e imaginación. Curiosamente, los atributos que en un diputado serían muy mal vistos.

El diputado Gerardo Priego puso el dedo en la llaga. El pasado martes devolvió a la Cámara de Diputados más de un millón de pesos (La Jornada, 19/8/09), de los cuales más de 820 mil le fueron devueltos por concepto de viajes no realizados. De esta manera quiso exhibir los abusos en que incurren los diputados, que no son tales en la medida en que muchos de estos gastos y privilegios están estipulados en reglamentos y acuerdos administrativos. Todos estos beneficios bastan para que podamos exigir a los legisladores más trabajo, y no sólo legislativo. Necesitamos diputados que conozcan las leyes, que sepan de los procedimientos parlamentarios; los miembros de las comisiones tendrían que ser personas enteradas de su materia de trabajo. No por ver televisión es uno experto en telecomunicaciones, no por vivir en la ciudad de México se puede uno declarar urbanista, y no por ser mujer es una experta en temas de género. Y, sin embargo, éste es el tipo de argumentos –más o menos disfrazados– que sostienen a algunos personajes en lo que en realidad es para ellos tierra ignota.

Antes de que un diputado ocupe por primera vez su curul, tendría que someterse a un examen mínimo de conocimientos: ¿Qué quiere decir la palabra presupuesto? ¿Qué significa la noción conflicto de intereses? ¿Cuál es la diferencia entre déficit y superávit? ¿Qué quiere decir parlamento? ¿“Canonjía” es el nombre de un sitio arqueológico en Chihuahua? La persona que responda correctamente a estas preguntas podrá ser diputado por tres años. ¡Felicidades!

Los miembros de la División de Derecho del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) han recibido feroces ataques por el trabajo que han hecho en la revisión del caso Acteal. Ahora, se les pretende señalar porque la institución a la que pertenecen recibe financiamiento de una fundación estadunidense. Nada hay de extraño en este apoyo. Durante años, el EZLN y la diócesis de San Cristóbal han recibido millones de euros de fundaciones en Austria, Holanda y Alemania, entre otros países. Los ataques contra el trabajo de los colegas del CIDE pueden ser leídos como un capítulo más de la intolerancia que aqueja a un sector importante de la opinión pública.





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10 agosto, 2009

150 años de las leyes de Reforma

150 años de las Leyes de Reforma

El próximo 12 de julio se cumplirán 150 años de haberse promulgado la primera de las Leyes de Reforma, mediante la cual se nacionalizaban los bienes del clero y se suprimían las órdenes eclesiásticas. Serían emitidas después, en 1859, la ley sobre la institución del registro civil, la ley sobre el matrimonio, aquella referente a la secularización de cementerios y –hasta diciembre de 1860– la ley de libertad de cultos.

Los referentes históricos obligatorios a este movimiento reformista son la promulgación de las leyes de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación (noviembre de 1855), y la de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de las Corporaciones Civiles y Religiosas (junio de 1856), mejor conocida como Ley Lerdo. La primera ocasionó que los tribunales militares y religiosos cesaran de conocer delitos civiles, mientras que la segunda “abrió al mercado” las propiedades de corporaciones civiles y religiosas que, en palabras de Lerdo de Tejada (entonces ministro de hacienda), representaban “un obstáculo para la prosperidad y engrandecimiento de la Nación”, pues ocasionaban “la falta de movimiento o libre circulación de una gran parte de la propiedad raíz, base fundamental de la riqueza pública”. Sin lugar a duda, la antesala a las hostilidades que se presentarían en defensa de cotos de poder.

Hasta entonces la Iglesia Católica había jugado un papel fundamental en la vida social de la Nueva España y del México independiente. La educación, el cobro de algunos impuestos (diezmo), la intervención directa en la vida pública de la nación (muchos de los diputados fueron sacerdotes en función), eran algunos de los asuntos sobre los que la iglesia tenía que ver y en los que propiciaba las circunstancias que mejor le convinieran. A lo anterior hay que agregar que era la principal propietaria de tierras del país, ejercía funciones bancarias y poseía buena parte de la riqueza nacional.

Instaurado el congreso que establecía el Plan de Ayutla en 1856, se iniciaron las discusiones sobre el rumbo que habría de tomar el país con la promulgación de una nueva constitución, tras la experiencia de la dictadura santannista y la reciente pérdida de la meseta de la Mesilla. La Ley Lerdo y la ley de desamortización fueron ratificadas por los diputados, así como fueron integrados al texto constitucional los derechos del hombre –la libertad de enseñanza, la libertad de expresión, entre ellos–, la creación de un Poder Legislativo unicameral, entre otros aspectos.
Las doctrinas iusnaturalistas tuvieron enorme presencia en el quehacer parlamentario.
El debate entre liberales, moderados y conservadores en el constituyente se polarizó en torno a si debería haber una religión de Estado o si se declararía la libertad de cultos. El encono de las discusiones provocó que el artículo que contendría esta disposición fuera devuelta a su comisión de estudio, de donde nunca salió para ser votada; lo que abría la posibilidad a la existencia legal de otras religiones.

La proclamación de la Constitución el 5 de febrero de 1857, condenada por el Papa Pío IX, quien amenazó con excomulgar a todo aquél que la jurara, aunada al posterior desconocimiento de la misma por el presidente Ignacio Comonfort –“el Hamlet Poblano”, ironiza Enrique Krauze–, desataron una serie de movimientos armados al grito de “religión y fueros”, que en poco tiempo conformaron la Guerra de los Tres años o Guerra de Reforma. En este conflicto, la corriente conservadora la encabezaría, en primera instancia, Félix Zuloaga y luego Miguel Miramón; en tanto que el flanco liberal sería liderado por Benito Juárez. Éste trasladaría la sede de su gobierno a Veracruz.

Sin duda, el padecimiento común de los bandos fue la escasez de recursos financieros; situación que llevó a Miguel Miramón a firmar los “bonos Jecker” –préstamo por el cual recibiría 750 mil pesos de un banquero suizo, comprometiéndose a pagar 15 millones de pesos– y el tratado Mon-Almont –que reanudaba el pago de algunas deudas contraídas por Santa Anna en el año de1853 con el gobierno español–; y obligó a Juárez, con todo y los recursos que representaba la aduana de Veracruz, a ratificar la firma del tratado McLane-Ocampo –no concretado por la desaprobación del Senado estadounidense – y, en parte, a apresurar la promulgación de las Leyes de Reforma, que no dejaban de mermar la influencia de la Iglesia sobre la sociedad con la nacionalización de su bienes, la desaparición de sus órdenes y la pérdida de la exclusividad de realización de actos civiles, como el matrimonio –además de contar con el respaldo de varios de los empresarios con intereses sobre las propiedades del clero .

El fracaso de las tropas conservadoras al intentar sitiar Veracruz en marzo de 1860 significó prácticamente la victoria de los constitucionalistas, que meses después, y apenas iniciado el año de 1861, entraron triunfantes a la Ciudad de México. La guerra civil había terminado, la Constitución de 1857 volvía a regir y la separación entre la Iglesia y el Estado quedaba concretada.

A 150 años, con la atención oficial puesta sobre el 2010, el aniversario parece pasar por inadvertido.


Gibrán Domínguez


Bibliografía sugerida:

ºArgudín, María Luna, El Congreso y la política mexicana (1857-1911), México, El Colegio de México / Fondo de Cultura Económica / Fideicomiso Historia de las Américas, 2006.
ºDíaz, Lilia, “El liberalismo militante” en Historia general de México (versión 2000), México, El Colegio de México, 2008.
ºKrauze, Enrique, Siglo de caudillos, México, Tusquets Editores, 2002.
ºZoraida Vázquez, Josefina, “De la independencia a la consolidación republicana” en Escalante Gonzalbo, Pablo, et al, Nueva historia mínima de México, México, El Colegio de México, 2004.


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Se publicó en Vida Universitaria del 1 de julio.