Foto: Fátima Rodríguez

26 noviembre, 2014

Correspondencias (I)

Señor Francisco Peláez
 Lagasca
73
Barrio Salamanca

Madrid, España


Elena Garro

Alencastre 220
 Lomas Virreyes, México D. F.
México, mayo 2 de 1967


Muy querido Paco: Te he escrito mucho, pero todas las palabras de las diferentes cartas que no he enviado me resultaron odiosas por inútiles.

Cuando Toño me habló por teléfono para decirme lo que sucedía, algo muy importante de mi mundo interior, el único válido que poseo, se desquebrajó para siempre. Para mí Carmen ha sido la belleza y saber que peligraba su sonrisa y su apacible misterio, me dejó anonadada. Hay cosas que preferimos ignorar y que se nos vienen encima con una brutalidad aterradora.

Después me escondí, como todos los que padecemos miedo, y me dediqué a mirar la tarde, las ramas del durazno que llegaban a la ventana en donde ella se asomaba hacia las 11 de la mañana envuelta en su bata rojo Tiziano y sus cabellos de miel quemada. Atrás estaba oscuro y ella brillaba como el principio de un día que se iba hacia dentro, hacia la noche. Es tonto querer explicarte el asombro siempre renovado que me producía su hermosa aparición.

Ahora que llega el tiempo en que tendemos puentes para ir a ese mundo desconocido, ella ha regresado a la ventana y atrás sigue estando oscuro. La ventana es ahora el final del puente invisible tendido entre nosotros y lo otro y allí nos espera Carmen a todos los que fuimos fieles a su belleza. Tal vez dentro de un orden que no alcanzamos a adivinar así debía de ser: la luz va delante para iluminar los rincones oscuros. Carmen no tenía miedo y cerca de ella tampoco yo, que lo padezco tanto, lo tenía.

Hoy temprano hablé con Toño, que regresó de ese trágico misterio que te envuelve, y me pareció clarísimo que Carmen desde la ventana me sonreía. Me salí al jardín que se parece al otro, atrás de la barda no está tu casa, no hay nada, pero allí estaba la ventana a las 12 del día. Me pregunto, como me preguntaba antes, qué habrá detrás de Carmen, en el espacio oscuro. Ahora no está el cuarto, y en el cuarto de junto no hay jarrones chinos ni tú ordenas: ¡Chuta, Sergio, chuta! Sin embargo, sé que así como un día logré entrar en ese ámbito desconocido que estaba detrás de ella, también ahora llegaremos ahí, y que no será tan terrible si ella lo preside.

La veo junto al piano, a la derecha estaba el gallo. Siempre alrededor de Carmen había huecos oscuros que ella dominaba como en los cuadros italianos, en donde el Ángel de la Anunciación ilumina las sombras.

Me digo: si Carmen ya no está, tampoco estaremos nosotros y es mejor que sea ella la que nos aguarde. Siempre hizo lo mismo: cuidar con su no sabida belleza de los otros, y borrar el temor con el conjuro de la puntita de su nariz que se iba hacia arriba con la risa.

Pienso que voy a llorar, o que lloro por aquellos días irrecuperables. Recuerdo al Duque de Gandia y recuerdo que Carmen sólo fue un ángel pasajero. ¡Ojalá pudiera decir lo mismo de nosotros! Pero ella nos eligió y será benigna cuando lleguemos hasta su ventana. No quiero llorar, se me hinchan los ojos y a las 4 veo a Toño. Me imagino que es una manera de llegar a Etla 24. ¿Crees que volveremos allí vestidos de fantasmas y jugar para siempre? Después de Etla todo fue adulto, todo fue sórdido. Un día volveremos a ese orden del juego sin chequeras, sin intrigas, triunfos o derrotas.

Cuando murió mi padre, no quise poner esquela, ver la de Carmen me hizo una impresión horrible: como si se quisiera poner una luctuosa etiqueta burocrática a un mito incandescente y vivo para mí y mis hermanos. Albano llegó aterrado, Deva también, y juntos lloramos por algo que no puede decirse con palabras. Los Peláez con Carmen en medio, para nosotros algo tan cercano y tan indecible, tan secreto, que cualquier asomo de grosería que trate de acercárseles, como esa esquela, nos hace llorar. Es como si el mundo indecente tratara de mancillarlos. No sé, no puedo explicártelo, pero ustedes nos pertenecen. Sergio y Julio también pertenecen a esa secta.

No sé si te atrevas a venir a México. Pero sí sé que más tarde o más pronto algunos acabaremos en España y allí te veremos. Te admiro porque sobrevives a esto. Toño me contó y a las 4 me contará más. Para mí nunca estás solo, no te imagino solo. Eres una pareja. ¡Una muy hermosa pareja! Lo más raro de ver en este mundo banal de divorciados.

Si no te dan ganas de escribirme no lo hagas. Sabré de ti por Toño y yo te escribiré. Joaquín Díez-Canedo me llamó hace unos días descompuesto, el tonto de José Luis no le había dicho nada. Me dijo que tampoco él podía escribirte.

Cuídate, piensa que todos te queremos mucho. Los queremos mucho a ustedes, la pareja, y no creas en la separación, el tiempo no existe, ni tampoco nosotros, apenas somos un segundo ilusionado. Te quiere siempre

Elena


Elena Garro
Carta a Francisco Tario.

Tomado de: nexos.com “De Elena Garro para Paco”


01 noviembre, 2014

Qué cosa con la muerte

Qué cosa con la muerte
Dónde está uno mientras el cuerpo allí tumbado
mientras las manos muertas
sobre el cuerpo
.......todo frío de ausencia
Y los ojos dónde y hacia dónde
mirando en espirales hacia dónde
.......más acá que adentro
.......más allá que a dónde.....las paredes
....................................... ....las ciudades
............................................los campos
............................................los planetas
Dónde uno mientras todos se deshacen
mientras todos se hacen agua
y se leen
ante el cuerpo que es el muerto
.......todo frío de qué o por qué de dónde
A quién le lloran mientras tanto
.......a lo chiquito que fue el cuerpo
.......a lo grande que se hizo
.......a cómo se hizo espacio en el espacio
.......a lo erecto-flácido-erecto que fue el cuerpo
.......en el espacio
Dónde uno cuando muerto
allí muy como si nada.....bien peinado
como si uno no se fuera adonde y que es la muerte
Qué es la muerte
.......y hacia dónde
Por qué tumbarse
y no mejor subirse a un barco
dejar que el aire lo fragmente a uno en pedacitos
como estatua de arenas
como ver cerrarse lentamente una persona
.......tras la puerta
con los ojos puestos donde debe
con el tiempo y la clemencia necesarios
y entender

no importa a dónde un muerto

Oscar Cid de León


Tomado de: 
http://sehadetenidounpajaroenelaire.blogspot.mx/2011/01/que-cosa-con-la-muerte-o-cid-de-leon.html