Foto: Fátima Rodríguez

16 noviembre, 2011

Entonces


Qué cuidadosamente aquella vida mía
me mantenía aparte
para que así pudiese vivir sin intrusiones
mi peligroso amor con lo secreto
de un tiempo desertor que lo dejaba todo
para soñar conmigo donde nadie nos viera


y cuánto anduve así perdido por las márgenes
donde una luz respetuosa y fría
punzantemente iluminaba
el rostro enamorante de las cosas
y en que todo me estaba de nuevo prometido
cada vez que subía hasta mi rostro el vaho
de la tierra llovida.



Tomás Segovia.






Tomado de http://www.elgrito.org.mx/wp-content/uploads/2009/10/el-grito-nam-17.pdf


Trozos de trazos


Entonces no sabíamos los nombres de los árboles o de los pájaros. No era necesario. Vivíamos con pocas palabras y era posible responder a todas las preguntas diciendo: no lo sé. No creíamos que eso fuera ignorancia. Lo llamábamos honestidad. Luego aprendimos, de a poco, los matices. Los nombres de los árboles, de los pájaros, de los ríos. Y decidimos que cualquier frase era mejor que el silencio.

Alejandro Zambra
Fragmento: Formas de volver a casa





05 noviembre, 2011