Foto: Fátima Rodríguez

26 septiembre, 2008

....

"... Cuando coincidimos en una boda y llegamos a ese momento de vergonzosa dicha colectiva en que descubrimos que nos sabemos todas las canciones de Timbiriche"


Juan Villoro
---

Aforismos: Lichtemberg

Me acordaba que había apuntado más, pero resultó que no fue así. De cualquier manera estos pocos aforismos son muy buenos...

---------------------------------

º En ocasiones paso ocho días son salir de casa y vivo muy contento. Un arresto domiciliario de la misma duración me enfermaría. Si hay libertad de pensamiento, uno se mueve con ligereza en su círculo; si hay control de pensamiento, aun las ideas permitidas llegan con gesto asustadizo.
º Sé que he pensado mucho más de lo que he leído; por eso ignoro muchas de las cosas que el mundo sabe. Al estar en sociedad me equivoco con frecuencia y esto me inclina a la timidez. Si pudiera decir todo lo que he reflexionado, íntegro, tal y como está en mí, no hay duda de que obtendrá el aplauso del mundo, pero ciertas cosas no se pueden extirpar de un modo provechoso.
º He notado claramente que tengo una opinión acostado y otra prado
º Cuando releo mis viejos cuadernos de reflexiones, a veces doy con una idea propia que me satisface. Me sorprende que una idea se pueda volver tan ajena para mí y me sistema, y me alegro tanto como si se le hubiera ocurrido a un antepasado.
º Ya que se escribe en público de pecados secretos, me he propuesto escribir en secreto de pecados públicos .
º Eso que ustedes llaman corazón está bastante más abajo del cuarto botón del chaleco
º Al pueblo lo arruina la concupiscencia carnal contra el espíritu y al intelectual la concupiscencia espiritual contra el cuerpo.
º Dios creó al hombre según su imagen. Posiblemente esto significa: el hombre creó a Dios según la suya.
º Por más que en ellas se predique, las iglesias siguen necesitando pararrayos.
º Las torres de las iglesias: embudos invertidos para que el rezo llegue al cielo
º Es una lástima que beber agua no sea pecado, clama un italiano, ¡qué bien sabría!
º Quien tenga dos pantalones, que venda uno y compre este libro