Foto: Fátima Rodríguez

27 febrero, 2011

Descubrimiento urbano (Edificio Minerva)


Un hombre se detiene frente al portón de un edificio de ladrillo rojo situado en el corazón de la colonia Roma, una tarde de mediados de enero de 1973. Cuatro insólitos torreones, también de ladrillos, rematan las esquinas del inmueble. Durante décadas, el edificio ha constituido una extravagancia arquitectónica en ese barrio de apacibles residencias de otro estilo. A decir verdad, en los últimos años nada desentona, ya que el barrio entero ha perdido su armonía. El peso de los nuevo edificios resquebraja las casas graciosas de dos, a lo sumo de tres plantas, construidas según la moda de comienzos de siglo en Burdeos, en Biarritz, en Auteil. Hay algo triste y sucio en ese rumbo que hasta hacía poco lograba sostener aún ciertos alardes de elegancia, de antigua clase poderosa, maltratada pero no vencida […]

El hombre empujó la puerta de metal, caminó hasta el patio central, levantó la mirada y recorrió con ella el espectáculo escuálido que ofrecía el interior de aquella construcción al borde de la ruina. Así como el edificio no correspondía al barrio, y, bien mirado, ni siquiera a la ciudad, su parte interna tampoco era coherente con el gótico falso de la fachada, con las mansardas, las ventanas en ojo de buey y los cuatro torreones[…]

Lo inunda un torrente de palabras pronunciadas treinta años atrás, de ecos de conversaciones que insisten en la elegancia en el prestigio social de aquel inmueble, en su interior Art Decó diseñado en 1914 por uno de los arquitectos más prestigiosos de aquel tiempo […]

La sorpresa, y ésa sí le produjo un sobresalto, una indefinible excitación, estaba contenida en los dos renglones finales del expediente. Se indicaba que los asesinatos del edificio Minerva, el mismo en cuyo patio se encontraba en ese momento, estaban posiblemente ligados a un drástico ajuste de cuentas entre agentes alemanes y sus secuaces locales.

El desfile del Amor, Sergio Pitol

---------------------------------

La primera vez que visité la colonia Roma, en el Distrito Federal, pregunté a más de un policía sobre la ubicación del edificio Minerva. Ninguno supo orientarme. La única referencia que tenía de él era la novela El desfile del amor de Sergio Pitol. Única referencia y único motivo para visitarlo.

Ayer, luego de algunos de comentarios aislados sucedidos en días no continuos, supe que el edificio Minerva no existe. En realidad, existe y no. Si en Los relámpagos de agosto Jorge Ibargüengoitia cambió los nombres de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y otros, Pitol hizo lo mismo con esta construcción. “No existe”, me informó la heraldo, “el edificio es el de la Casa de las Brujas”. Aquella primera vez en la colonia Roma, una de sus extravagancias arquitectónicas que me llamó la atención fue, precisamente, la Casa de las Brujas. Sin quererlo, estuve ante el sitio de los homicidios ficticios de Pitol, epicentro de su novela, y no lo supe.

Existe y no, porque la usanza urbana –uno de los tantos misterios de la ciudad– ha rebautizado a esta edificación como Casa de las Brujas. Su nombre es Edificio Río de Janeiro y está ubicado en la avenida Durango, a un costado del parque del mismo nombre, con la fuente de El David al centro.



23 febrero, 2011

Trozos de Trazos

Habrá en la tierra hombres libres, grandes por su libertad; todos avanzarán con los corazones abiertos; el corazón de cada uno estará limpio de envidia y nadie conocerá el rencor. Entonces la vida no será ya vida, sino culto rendido al hombre.


Máximo Gorki
Fragmento: La madre


12 febrero, 2011

Trozos de trazos


La paz del continente primero estuvo basada en los arcabuces españoles y portugueses y en ellos se afirmó también el orden. En la paz republicana entraría un ingrediente más: el derecho civil y el internacional; pero la paz que es nuestro deber inmediato, tiene que añadir cierta materia nueva: la justicia económica y en una proporción que no sea de gramos.

Gabriela Mistral.

Fragmento: "La pobre libertad" en Política y espíritu, No. 5, 1945.