Foto: Fátima Rodríguez

01 abril, 2017

Fragmento


Sólo los muertos miran como los muertos. Yo siempre veo los ojos de la gente: la rubiecita con la mirada embotada de su muñeca, el hombre con una herida y rabia, el huérfano que veía como un barco que se aleja… yo conocía la mirada de todos los del barrio, pero la que más me gustaba era la de mi mamá. Ella miraba de caverna, pinturas rupestres, fuego original. Cuando mi madre miraba así, me daba de comer, se doblaba ante el lavadero, tarareaba canciones, contaba cuentos… luego se transfiguraba: una noche, siendo yo muy pequeña, oí un cencerro. Me levanté a ver de dónde venía ese ruido y vi a mi madre caminando hacia la puerta. La jalé de la bata: a la media luz que entraba de la calle, su mirada ya no era de llama ni de cueva. Sus ojos eran mil pájaros oscuros huyendo en desbandada, asaltados en la oscuridad, saliendo ciegos de sus nidos. Mi abuela me tomó del hombro: “No te asustes, mi’jita, tu mamá es sonámbula…”



Mariana Rergis
Fragmento: “Hay unos ojos” de La noche de los crueles.

https://www.educal.com.mx/0800-literatura/093915-noche-de-los-crueles-la-no-520.html

Fragmento


… No percibo locura en el deseo de morder estrellas, pero todavía existe la tierra. Porque la primera verdad está en la tierra y en el cuerpo. Si el brillo de las estrellas duele en mí, si es posible esa comunicación distante, es que algo casi semejante a una estrella tiembla dentro de mí. Heme aquí, de regreso en el cuerpo. Volver a mi cuerpo. Cuando me sorprendo en el fondo del espejo, me asusto. Apenas puedo cree que tengo límites, que soy recortada y definida. Me siento dispersa en el aire, pensando dentro de los seres, viviendo en las cosas, más allá de mí. Cuando me sorprendo en el espejo no me asusto porque me encuentre fea o bonita. Es que me descubro de otra cualidad. Después de no verme durante mucho tiempo casi olvido que soy humana, olvido mi pasado y existo con la misma libertad de fin y de conciencia que una cosa apenas viva. También me sorprende, los ojos abiertos hacia el espejo pálido, que haya tanta cosa en mí más allá de lo conocido, tanta cosa siempre silenciosa. ¿Por qué callada? ¿Esas curvas bajo la blusa viven impunemente? ¿Por qué calladas? Mi boca, medio infantil, tan segura de su destino, continúa igual a sí misma a pesar de mi distracción total. A veces, a mi descubrimiento lo sigue un amor por mí misma, un mirar constante al espejo, una sonrisa de comprensión para los que me miran. Período de interrogación a mi cuerpo, de gula, de sueño, de grandes paseos al aire libre. Hasta que una frase, una mirada –como el espejo– me recuerda sorprendida otros secretos, secretos que me vuelven ilimitada. Fascinada sumerjo el cuerpo en el fondo del pozo, callo todas sus fuentes, y sonámbula sigo por otro camino. –Analizar instante por instante, percibir el núcleo de cada cosa hecha de tiempo o de espacio. Poseer cada momento, vincular la conciencia a ellos como pequeños filamentos casi imperceptibles pero fuertes. ¿Es la vida? Incluso así se me escaparía. Otro modo de captarla sería vivir. Pero el sueño es más completo que la realidad, la realidad me ahoga en la inconsciencia. Al final, qué importa: ¿vivir o saber que se está viviendo?


Clarice Lispector

Fragmento: Cerca del corazón salvaje



La Tierra


Cuando estamos lejos de la patria
nunca la recordamos en sus inviernos.



Soneto LXXXIX


Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.

Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivo
y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,

para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.



Pablo Neruda

De Confieso que he vivido y de Veinte poemas de amor…