Foto: Fátima Rodríguez

01 abril, 2017

Fragmento


… No percibo locura en el deseo de morder estrellas, pero todavía existe la tierra. Porque la primera verdad está en la tierra y en el cuerpo. Si el brillo de las estrellas duele en mí, si es posible esa comunicación distante, es que algo casi semejante a una estrella tiembla dentro de mí. Heme aquí, de regreso en el cuerpo. Volver a mi cuerpo. Cuando me sorprendo en el fondo del espejo, me asusto. Apenas puedo cree que tengo límites, que soy recortada y definida. Me siento dispersa en el aire, pensando dentro de los seres, viviendo en las cosas, más allá de mí. Cuando me sorprendo en el espejo no me asusto porque me encuentre fea o bonita. Es que me descubro de otra cualidad. Después de no verme durante mucho tiempo casi olvido que soy humana, olvido mi pasado y existo con la misma libertad de fin y de conciencia que una cosa apenas viva. También me sorprende, los ojos abiertos hacia el espejo pálido, que haya tanta cosa en mí más allá de lo conocido, tanta cosa siempre silenciosa. ¿Por qué callada? ¿Esas curvas bajo la blusa viven impunemente? ¿Por qué calladas? Mi boca, medio infantil, tan segura de su destino, continúa igual a sí misma a pesar de mi distracción total. A veces, a mi descubrimiento lo sigue un amor por mí misma, un mirar constante al espejo, una sonrisa de comprensión para los que me miran. Período de interrogación a mi cuerpo, de gula, de sueño, de grandes paseos al aire libre. Hasta que una frase, una mirada –como el espejo– me recuerda sorprendida otros secretos, secretos que me vuelven ilimitada. Fascinada sumerjo el cuerpo en el fondo del pozo, callo todas sus fuentes, y sonámbula sigo por otro camino. –Analizar instante por instante, percibir el núcleo de cada cosa hecha de tiempo o de espacio. Poseer cada momento, vincular la conciencia a ellos como pequeños filamentos casi imperceptibles pero fuertes. ¿Es la vida? Incluso así se me escaparía. Otro modo de captarla sería vivir. Pero el sueño es más completo que la realidad, la realidad me ahoga en la inconsciencia. Al final, qué importa: ¿vivir o saber que se está viviendo?


Clarice Lispector

Fragmento: Cerca del corazón salvaje

No hay comentarios.: