Correspondencias (I)
Señor
Francisco Peláez
Lagasca
73
Barrio
Salamanca
Madrid, España
Madrid, España
Elena Garro
Alencastre
220
Lomas Virreyes, México D. F.
México, mayo
2 de 1967
Muy querido
Paco: Te he escrito mucho, pero todas las palabras de las diferentes cartas que
no he enviado me resultaron odiosas por inútiles.
Cuando Toño
me habló por teléfono para decirme lo que sucedía, algo muy importante de mi
mundo interior, el único válido que poseo, se desquebrajó para siempre. Para mí
Carmen ha sido la belleza y saber que peligraba su sonrisa y su apacible
misterio, me dejó anonadada. Hay cosas que preferimos ignorar y que se nos
vienen encima con una brutalidad aterradora.
Después me
escondí, como todos los que padecemos miedo, y me dediqué a mirar la tarde, las
ramas del durazno que llegaban a la ventana en donde ella se asomaba hacia las
11 de la mañana envuelta en su bata rojo Tiziano y sus cabellos de miel
quemada. Atrás estaba oscuro y ella brillaba como el principio de un día que se
iba hacia dentro, hacia la noche. Es tonto querer explicarte el asombro siempre
renovado que me producía su hermosa aparición.
Ahora que
llega el tiempo en que tendemos puentes para ir a ese mundo desconocido, ella
ha regresado a la ventana y atrás sigue estando oscuro. La ventana es ahora el
final del puente invisible tendido entre nosotros y lo otro y allí nos espera
Carmen a todos los que fuimos fieles a su belleza. Tal vez dentro de un orden
que no alcanzamos a adivinar así debía de ser: la luz va delante para iluminar
los rincones oscuros. Carmen no tenía miedo y cerca de ella tampoco yo, que lo
padezco tanto, lo tenía.
Hoy temprano
hablé con Toño, que regresó de ese trágico misterio que te envuelve, y me
pareció clarísimo que Carmen desde la ventana me sonreía. Me salí al jardín que
se parece al otro, atrás de la barda no está tu casa, no hay nada, pero allí
estaba la ventana a las 12 del día. Me pregunto, como me preguntaba antes, qué
habrá detrás de Carmen, en el espacio oscuro. Ahora no está el cuarto, y en el
cuarto de junto no hay jarrones chinos ni tú ordenas: ¡Chuta, Sergio, chuta!
Sin embargo, sé que así como un día logré entrar en ese ámbito desconocido que
estaba detrás de ella, también ahora llegaremos ahí, y que no será tan terrible
si ella lo preside.
La veo junto
al piano, a la derecha estaba el gallo. Siempre alrededor de Carmen había
huecos oscuros que ella dominaba como en los cuadros italianos, en donde el Ángel
de la Anunciación ilumina las sombras.
Me digo: si
Carmen ya no está, tampoco estaremos nosotros y es mejor que sea ella la que
nos aguarde. Siempre hizo lo mismo: cuidar con su no sabida belleza de los
otros, y borrar el temor con el conjuro de la puntita de su nariz que se iba
hacia arriba con la risa.
Pienso que
voy a llorar, o que lloro por aquellos días irrecuperables. Recuerdo al Duque
de Gandia y recuerdo que Carmen sólo fue un ángel pasajero. ¡Ojalá pudiera
decir lo mismo de nosotros! Pero ella nos eligió y será benigna cuando
lleguemos hasta su ventana. No quiero llorar, se me hinchan los ojos y a las 4
veo a Toño. Me imagino que es una manera de llegar a Etla 24. ¿Crees que
volveremos allí vestidos de fantasmas y jugar para siempre? Después de Etla
todo fue adulto, todo fue sórdido. Un día volveremos a ese orden del juego sin
chequeras, sin intrigas, triunfos o derrotas.
Cuando murió
mi padre, no quise poner esquela, ver la de Carmen me hizo una impresión
horrible: como si se quisiera poner una luctuosa etiqueta burocrática a un mito
incandescente y vivo para mí y mis hermanos. Albano llegó aterrado, Deva también,
y juntos lloramos por algo que no puede decirse con palabras. Los Peláez con
Carmen en medio, para nosotros algo tan cercano y tan indecible, tan secreto,
que cualquier asomo de grosería que trate de acercárseles, como esa esquela,
nos hace llorar. Es como si el mundo indecente tratara de mancillarlos. No sé,
no puedo explicártelo, pero ustedes nos pertenecen. Sergio y Julio también
pertenecen a esa secta.
No sé si te
atrevas a venir a México. Pero sí sé que más tarde o más pronto algunos
acabaremos en España y allí te veremos. Te admiro porque sobrevives a esto. Toño
me contó y a las 4 me contará más. Para mí nunca estás solo, no te imagino
solo. Eres una pareja. ¡Una muy hermosa pareja! Lo más raro de ver en este
mundo banal de divorciados.
Si no te dan
ganas de escribirme no lo hagas. Sabré de ti por Toño y yo te escribiré. Joaquín
Díez-Canedo me llamó hace unos días descompuesto, el tonto de José Luis no le
había dicho nada. Me dijo que tampoco él podía escribirte.
Cuídate,
piensa que todos te queremos mucho. Los queremos mucho a ustedes, la pareja, y
no creas en la separación, el tiempo no existe, ni tampoco nosotros, apenas
somos un segundo ilusionado. Te quiere siempre
Elena
Elena Garro
Carta a Francisco Tario.
Tomado de: nexos.com “De Elena Garro para Paco”
Comentarios