La navaja y los árboles
El amor, el amor, el amor,
Jorge Cantú
de la Garza
En los árboles de la existencia
llueve vida
pero es ácida
y los quema.
Amor
te regalo mi navaja para que mueras
y me dejes en paz
Odvidio Reyna García
………..
Algunos textos,
especialmente los poemas, tienden a ser evasivos, inasibles, durante un tiempo,
si se corre con fortuna. Tomás Segovia perdió cierta edición de Dios de Víctor Hugo sobre la que
trabajaba para la traducción al español. Nunca la encontró, se reencontraron, a
pesar de las geografías: personal de Capilla Alfonsina de la Universidad
Autónoma de Nuevo León le facilitó, varios años después, otro volumen de la
misma edición que conservaba en su acervo. Tras la muerte de Tomás, la Capilla
publicó, a inicios de 2013, la versión en español de Dios (la última de las versiones, que no la definitiva, —ars longa, vita brevis—), dentro de la
colección El oro de los tigres.
Obviadas las
proporciones, con La navaja y los árboles
de Odvidio Reyna he tenido encuentros y desencuentros parciales y progresivos.
Karina me hizo saber de él a mediados de 2004, en Nuevo León, aunque sólo
recordara algunas frases aisladas. En 2006, conocí el texto completo en voz de
su autor; efímera versión, insuficiente para conservarse exacta en la memoria. El
reencuentro, con su forma impresa, ocurrió hace unos días, en Querétaro, con
Karina como interlocutora involuntaria. Atrapo, pues, estos siete versos en un segmento
de la red de redes para la contemplación de los curiosos y la reflexión de los
místicos.
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