Trozos de trazos
Las clases eran en el corredor.
Entre las macetas y las jaulas de los canarios estrepitosos. Nos sentaron en
unas sillitas de mimbre, bajas. Y Amalia, enfrente de nosotros, en una
mecedora. Abrió el catecismo.
—“Decid, niños
¿cómo os llamáis?”
Mario y yo nos
miramos con estupor y no acertamos a responder.
—No se asusten
así. Es la primera pregunta del Padre Ripalda.
Leyó en silencio durante unos minutos y luego
cerró el libro.
—Lo que sigue
es muy complicado para ustedes. Mejor voy a enseñarles las cosas a mi modo. No
saben nada de religión, ¿verdad?
Hicimos un
gesto negativo.
—Entonces es
necesario que sepan lo más importante: hay infierno.
Rosario
Castellanos
Fragmento:
Balún Canan.
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