Foto: Fátima Rodríguez

18 marzo, 2009

Hacia el estado de naturaleza

La teoría iusnaturalista concibe al Estado como el producto de un pacto entre hombres que deciden dejar el estado de naturaleza para conformar así una sociedad civilizada y artificial por su origen, contraponiéndose, de esta manera, a la teoría aristotélica sobre la naturaleza política del hombre. Tal contrato y el momento de su acuerdo, más que un hecho histórico documentado, son un caso hipotético para explicar el origen y función del Estado, así como la subordinación de los contrayentes a él. 

No sucede lo mismo con el llamado “estado de naturaleza”, que si bien no se refiere específicamente a una etapa prehistórica de la humanidad, su existencia se puede constatar en este clima de incertidumbre que enfrenta nuestro país. De todos los monopolios, el del uso de la fuerza debería corresponder exclusivamente al Estado. Sin embargo, y al más puro estilo capitalista, éste enfrenta una libre competencia de la que parece no saldrá bien librado. El ambiente de inseguridad que hemos venido viviendo en toda la república –ejecuciones, “levantotes”, secuestros, entre otros sucesos a los que tristemente nos hemos acostumbrado (véase Sin aires de asombro en El Grito Nº 16)– demuestra un poco el desconocimiento de la doctrina y mucho una situación cargada de factores sociales (desigualdad, desempleo, etc.) cuyas soluciones no pueden aguardar más. Se cae a pedazos, también, el “Estado de Derecho” donde su incumplimiento carece de sanciones tangibles y su obediencia parece no tener sentido. En suma, el Estado se ve desbordado: el contrato social rousseauniano está siendo rescindido por un número cada vez mayor de sus contrayentes hipotéticos. 

México vive, pues, una etapa de retroceso al estado de naturaleza del hombre. Etapa donde la geografía es controlada por los cárteles de la droga en constante conflicto, que dejan día con día cuerpos con el tiro de gracia o bien, decapitados, en cantidades que algunos días llegan a superar los decesos por ataques en Afganistán o Irak. Etapa donde los mensajes de las “narcomantas” proporcionan mayor información que las averiguaciones de cualquier instancia policíaca y evidencian la nula capacidad de acción de un gobierno por demás endeble. Y donde los secuestros han dejado de ser, desde hace mucho, un padecimiento de las clases altas. 

La ingobernabilidad en México ha tomado dimensiones doctrinales: estamos materializando el status de naturaleza (un estado de “todos contra todos”, según Hobbes) que existía únicamente como hipótesis, como mito, mediante la negación del Estado –reflejada principalmente por la inseguridad–, producto de un pacto también inexistente. Es, entonces, una negación que sostiene. 

 Postmiseria es el término que acuñó Marcos William Herbes “Marcola”, para describir los hechos. Me viene a la mente un fragmento de la hora del diablo de Pessoa (UANL), cuando después de ser cuestionado de cómo se puede sostener algo negándolo, el Diablo responde: “Es la ley de la vida, señora mía. El cuerpo vive porque se desintegra… el alma vive porque es perpetuamente tentada...” 

Gibrán Domínguez 

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