Trozos de trazos
Para alguien
como yo que, aunque no he sido nunca comunista ni he tenido la tentación de
serlo, e incluso he dedicado la mayor parte de los escritos de crítica política
a discutir con los comunistas sobre temas fundamentales como la libertad y la
democracia, que no he sido ni siquiera un anticomunista y siempre he
considerado a los comunistas, por lo menos a los comunistas italianos, no como
enemigos a combatir sino como interlocutores en un diálogo sobre las razones de
la izquierda, el derrumbe catastrófico del universo soviético tampoco puede
dejar de inducir a alguna reflexión.
Se viene difundiendo y exasperando la indiscriminada acusación
contra los intelectuales de que no han comprendido o, peor, han traicionado.
Retomando el título de un conocido libre de Raymond Aron, si la religión es
para Marx el opio del pueblo, el comunismo habría sido el opio de los
intelectuales. En este caso también, el uso genérico del término
“intelectuales”, con un no disimulado matiz despectivo, es evidente. Sin
embargo, no se puede negar que numerosos hombres de cultura y de ciencia,
acreditados en sus campos de estudio, habían abrazado la causa del comunismo
con profunda convicción y con absoluto desinterés, y la habían defendido contra
los ataques de los adversarios con argumentos propios no del hombre de fe sino
de razón. ¿Por qué? ¿No debería haber estado clara desde el principio la
perversión del comunismo que, según los críticos de siempre y de última hora
(cada vez más numerosos), era intrínseca a la doctrina misma de la que el
comunismo derivaba? ¿Qué decir, además si después de esta irrefutable prueba el
ideal de una sociedad comunista todavía no han desaparecido del todo? ¿No
deberían plantearse la misma cuestión también aquéllos que, repito, aunque no
hayan sido nunca comunistas, no han opuesto al comunismo el mismo rechazo
radical que opusieron al fascismo? En estos últimos años, ante la precipitación
de los acontecimientos, no he podido dejar de intentar dar una respuesta a esta
segunda cuestión, para aclarar en primer lugar ante mí mismo, los motivos de un
error, si ha habido error, o de un engaño mental o de una ceguera culpable.
Quien haya participado en la batalla antifascista y en la guerra
de Liberación habrá tenido ocasión de admirar el valor, la dedicación incondicionada
a la causa, el espíritu de sacrificio de los combatientes comunistas que, entre
otras cosas, para liberar Italia de los nazis y de sus aliados italianos,
habían corrido en ayuda de los guerrilleros, en un número mucho mayor al de los
seguidores de otros movimientos y partidos, particularmente de los católicos y
los democristianos. También durante el fascismo la oposición clandestina, que
conducía inevitablemente al arresto, a la prisión o al destierro, la llevaron,
además de los seguidores de Justicia y Libertad, los comunistas, y con una
presencia y una más eficaz organización […] En todo caso, es una prueba del
cambio de clima político que la casi identificación del comunismo con el
antifascismo durante un tiempo se haya podido considerar mérito de los
comunistas y ahora, al contrario, cada vez más como un demérito del antifascismo…
Norberto Bobbio
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