Literatura errante
De nuevo la primavera
Querido Alfonso:
A finales de los años
sesenta en Francia se acuñó una frase —entre otras tantas de buen
talante— que quiero traer a flote a propósito: “seamos
realistas, pidamos lo imposible”. Seguramente la conociste mucho antes que yo y
advertiste que encierra una paradoja, pero, bueno, hace poco más
de cien años era imposible volar y aparecieron los
hermanos Wright. Hoy podría estar escribiendo estas mismas líneas
y hacértelas llegar en unos segundos a través
de un correo electrónico, pero tu obstinación
por pensar que el permitirles reposar sobre el papel mejora la salud de las
palabras, me obliga a cumplir con todo el trámite postal y continúa
haciendo imposible la inmediatez de nuestra comunicación.
(A veces creo compartir tu idea).
Tu
última carta me dejó
un tanto intranquilo. No por tus comentarios sobre el predestinado fin del
mundo, basado en distintas profecías
ancestrales, sino por las líneas en las que te refieres a nuestro
empeño global y colectivo (acaso inconsciente) de
llegar a él. Concuerdo contigo: algo ya no
funciona. Me niego a pensar en que la posición de la
Tierra, el Sol y uno que otro astro tenga que ver, pero de nuevo la primavera
nos ha traído la sorpresa. En Túnez,
Egipto, Libia, Siria, España, Chile, llegó
con cierta premura.
Hay
quienes dicen que este ofuscamiento mundial mucho tiene que ver con la crisis
inmobiliaria en los Estados Unidos. Se flexibilizaron los créditos
pensando en obtener mayores ganancias y se generaron pérdidas
incosteables. No sé qué opines, pero
la situación se me antoja equivalente a como si la última
idea del inventor de la soga fuera la misma horca.
Nos
creamos soluciones que con el tiempo nos parecen condiciones naturales. Tal vez
recuerdes que hace unos años a un presidente de ese país
del Norte se le ocurrió decir que a la famosa “mano invisible”
no le vendría mal un poco de pigmento. Hoy ningún
físico se atrevería
a señalar que las teorías
de Newton eran absolutamente correctas; tampoco nadie podría
negar su aportación a las ciencias exactas. La primavera
mundial que inició desde hace un año
puede tomarse como un origen de la crítica de otras
teorías y la jubilación
postmortem de sus inventores: las
encuestas —otro estigma de nuestros tiempos— parecen indicar que la felicidad
de una nación depende más
de su cercanía al ecuador que de su propia riqueza.
Nos
creamos soluciones que creemos naturales e inamovibles, aunque vayan perdiendo
vigencia y funcionalidad: en un pequeño poblado de
mi país han inventado una nueva herramienta de
intercambio comercial. Le llaman Túmin
(que considero una palabra más
agradable al oído que Peso, Dólar, Euro,
etc.). No me hagas mucho caso, sin embargo, su invención
podría implicar la violación
de la ley. Se persigue al ingenio y las alternativas.
Octavio
Paz admitió que no sabía
dónde empieza el mal, si en las palabras o en las
cosas.
Podría
apostar que a estas alturas de tu lectura ya me habrás
catalogado como uno del montón que critica sin proponer. Tienes razón
en parte, aunque disto, por mucho, de ser un teórico.
No obstante, te dejo saber aquí mis sugerencias: creatividad y humildad.
La primavera nos ha empezado a hacer saber qué
elementos no queremos de nuestro presente —la exclusión
como condición humana, por ejemplo. Habremos de crear
aquéllos que deseamos en nuestro futuro.
Una
vez leí que en otro país,
el cual también comparte continente con el mío,
sólo que un poco más
hacia el Sur, hubo un alcalde (más profesor de
filosofía y menos político)
que decidió poner el flujo vehicular de su ciudad a
cargo de mimos y obtuvo resultados positivos, que en un auditorio universitario
enseñó las nalgas, que logró
devolverle un poco de tranquilidad y seguridad a su gente a través
de la cultura, que se casó montado en un elefante y que intentó
ser presidente de su país —recorriéndolo
siempre con dos símbolos poderosos: la constitución
y un lápiz amarillo, ley y educación—
y casi lo logra. También renunció
a su partido cuando consideró que se alejaba de sus principios.
Creatividad y humildad. Quizá por eso su país
es también la cuna del realismo mágico.
(Otra paradoja).
La
imposibilidad de las cosas es una condición temporal. Empecemos
por pedir, imaginar, lo imposible. De nuevo la primavera nos ha devuelto los bríos.
Reposarán
estas palabras hasta llegar a tus manos y llevarán
consigo un saludo y un abrazo cariñoso.
Gibrán Domínguez
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El texto surgió en aproximadamente en abril de 2012, antes que el movimiento #YoSoy132.
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