Trozos de trazos (navideño)
María
sostenía el cuenco en lo cóncavo de las manos, cuenco sobre cuenco, como si
esperase que el mendigo le depositara algo dentro, y él, sin explicación, así
lo hizo, se inclinó hasta el suelo y tomó un puñado de tierra, después, alzando
la mano, la dejó escurrir lentamente entre los dedos mientras decía con sorda y
resonante voz, El barro al barro, el polvo al polvo, la tierra a la tierra,
nada empieza que no tenga fin, todo lo que empieza nace de lo que se acabó. Se
turbó María y preguntó, Eso qué quiere decir, y el mendigo respondió, Mujer,
tienes un hijo en tu vientre y ése es el único destino de los hombres, empezar
y acabar, acabar y empezar, Cómo has sabido que estoy embarazada, Aún no ha
crecido el vientre y ya los hijos brillan en los ojos de las madres, Si es así,
debería mi marido haber visto en mis ojos el hijo que en mí generó, Quizá él no
te mira cuando tú lo miras, Y tú quién eres para no haber necesitado oírlo de
mi boca, Soy un ángel, pero no se lo digas a nadie.
José
Saramago
Fragmento: El evangelio según Jesucristo
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