Foto: Fátima Rodríguez

14 diciembre, 2008

El discurso que no tuvimos (bueno, más o menos)

º Estimados padres de familia
º Compañeros maestros
º Lic. Felipe de Jesús Cantú.
º Alumnos, que aunque egresados, siempre lo seremos.
º Amigos todos.


Paso al frente como el portavoz de un cúmulo infinito de ilusiones que esta noche celebran el inicio de una nueva etapa de su vida. Etapa de grandes retos, de grandes esfuerzos, pero sobre todo de grandes sueños.

Me encargaron, mis ahora colegas, que antes que nada hiciera extensivo el agradecimiento a los padres y familiares. A ellos, de los cuales, algunos han desafiado las distancias de nuestra extensa república con la firme convicción de estar aquí, acompañándonos. Y pensar que apenas ayer zurcían los pantalones en las noches o hacían trenzas en las mañanas con tirones que espantaban el sueño más eficientemente que cualquier baño de agua fría.

A ellos, de nuevo mil gracias. Por su eterna paciencia, por sus consejos, por sus desvelos, por sus regaños de los que apenas ahora comenzamos a darnos cuenta que contenían mucho sentido y mucha razón. Pero sobre todo por su cariño y su confianza, por sabernos capaces (antes que nosotros mismos) que podíamos y podemos llegar alto.

No se escapan de mis palabras los profesores. Gracias, sinceramente, por forjar el conocimiento en nosotros a pesar de las faltas colectivas en días NO festivos o de las tareas que algunas veces, o mejor dicho, muchas veces no hicimos. Por sus clases, que más que eso fueron ventanas que permitieron ver un poco más allá de las paredes. Esperamos algún día contribuir en nuestra sociedad, tanto como lo hacen ustedes.

Queridos Maestros, que tienen en su diaria actividad la misión que hace algunos años les encargó el ilustre Alfonso Reyes y que me permito mencionar:

Vosotros, los llamados a incorporar en sistema y programa tan vasta aspiración, maestros de Monterrey, crear pieza a pieza una nueva entraña, un corazón subsidiario, un alambique de sutiles esencias para provecho de todo el ser mexicano. En ello os asistan vuestras luces, vuestra experiencia, y la visión de una patria más grande y, por eso mismo, más humana y más universal.”

Por último, quisiera dirigirme a ustedes compañeros… “licenciados”, como desde hace poco dicen nuestros nombres en el Messenger. También para agradecerles los momentos que pasamos juntos y por el aprendizaje recíproco y constante, pero sobre todo, para crear un pequeño momento de reflexión acerca lo que nos espera por delante:

Entramos ahora a ser parte de una estadística, de un porcentaje tan reducido como privilegiado de jóvenes con un nivel de educación superior. Cinco por ciento para ser más o menos precisos.

Creo también que ser de clase media en un país con cuarenta millones de pobres es ser privilegiados, y los privilegiados tenemos la obligación de regresar algo al país que nos ha permitido tener esa posición. Porque ¿de qué sirve la experiencia, el conocimiento, el talento, las licenciaturas, si no se hace con ello un país más justo? ¿Para qué sirve la educación si no se ayuda a otros a obtenerla?

Debemos de tener el coraje moral de NO ser ciudadanos “recipientes” acostumbrados a recibir el vale, el favor, la despensa o peor aún, la mordida. El coraje de no caer en el ensimismamiento porque no podemos ni debemos caminar solos. Debemos buscar, como dijo Reyes, esa afinidad de electricidades contrarias, de atracción de lo diferente por lo diferente, esto –amigos– es la colaboración.

Es cierto, egresamos en una etapa de crisis tanto económica como social. Pero no por ello debemos atemorizarnos. Porque frente a los motivos de cerrar los ojos están los motivos para abrirlos, frente a los motivos de perder la fe, están los motivos para recuperarla.

Aquello que nos atemoriza habremos de transformarlo en áreas de oportunidad, en lugares donde colocar el optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia. Y con ese mismo optimismo, espero, que cada uno de los presentes haga al salir de aquí una pequeña, aunque sea pequeña, declaración de fe. Porque cuando todos y cada uno se esfuerzan por realizar a conciencia el inmediato deber que les compete, los problemas sociales quedan automáticamente resueltos en una inmensa proporción.

Por cuanto, no puede haber más felicidad que cerrar cada noche el ciclo de un propósito cotidiano y amanecer a cada mañana con aquel temple que sólo da lo que la frase hecha llama tan bien: el sueño de los justos.

Recordemos, como relacionistas internacionales y como ciudadanos, que nosotros somos los verdaderos países, NO los límites demarcados en los mapas, ni los nombres de los hombres poderosos.


“Alentar la flama de la verdad”, dicta el lema de nuestra universidad. Una flama que debe permanecer en nuestro actuar como los universitarios que siempre seremos. Por ello, es que los exhorto, en el inicio de esta nueva etapa, a que protejamos ese fuego interior, como protege la mano amorosa la llama contra el viento.



Concluyo compartiendo con Raúl Rangel Frías el mismo sentimiento y convicción de su frase celebre:

“Tengo para mi, en los años universitarios, los mejores de mi vida

Por su atención, muchas gracias.
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Por cierto, lo leyó Aleida (y muy bien, cabe decir)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

...

Citlalli Lozano dijo...

Me encanto Gibran!!

Realmente es mucho mejor q los dos discursos que escuchamos el miercoles pasado..

Mil gracias por esas palabras..

Suerte Compañero

Atte Reyna L.

Anónimo dijo...

excelente el toque de denise dresser

Anónimo dijo...

mIIIRATE gIBO!!!

K se haga de nuevo la entrega del poema!!!

Lo exijo!

Mucho mejor (a mi parecer...) que lo que escuchamos Gibo..
daaa solo x k m pasabas las tareas y kiero quedar bn!

jaja ntc

cuando sea grande quiero poder redactar como tu!

cuidateee

;)

Anónimo dijo...

Muy bueno Gibran...

Exito en todo !

Saludos.

Gibo dijo...

Aclaro, me basé en unas frases de Alfonso Reyes, Denisse Dresser y Marin Luther King

Unknown dijo...

Wow!!!
Increbile amigo!
Escribes muy bien =)
FELICIDADES!!