Un fueguito silente
Uno. Bajé del taxi segundos después de subir. En algún lugar del aeropuerto, había olvidado un portafolios improvisado con cartón, cinta y mecates, que envolvía varios números, publicados en la década de los sesenta, de la revista argentina Tía Vicenta. El envoltijo importaba porque en las páginas estaban algunas caricaturas que parecían firmadas –la impresión no era muy nítida– por un tal Gius . Gius fue el seudónimo de aquel primer Galeano ilustrador, y hacía poco que Román Cortázar –era 2018– lo había descubierto. Luego, quería saber –él que investigaba y yo que ya zozobraba en esa angustia– si el Gius de la Tía Vicenta era el mismo Gius de El Sol , la revista socialista uruguaya. Román me pidió que recogiera el paquete un día antes en El juguete ilustrado, una librería maravillosa, a un par de calles del barrio de San Telmo. Por ese encargo casi pierdo el vuelo a México, y apenas en México, perdí las revistas. No fue por mucho. El empleado de un café decidió guardar el paq...