Grande, Tomás
Dime mujer
(Para Luci
Fernández de Alba, que se sorprendió)
Dime mujer dónde
escondes tu misterio
mujer agua pesada
volumen transparente
más secreta cuanto
más te desnudas
cuál es la fuerza
de tu esplendor inerme
tu deslumbrante
armadura de belleza
dime no puedo ya
con tantas armas
mujer sentada
acostada abandonada
enséñame el reposo
el sueño y el olvido
enséñame la
lentitud del tiempo
mujer tú que
convives con tu ominosa carne
como junto a un
animal bueno y tranquilo
mujer desnuda
frente al hombre armado
quita de mi cabeza
este casco de ira
cálmame cúrame
tiéndeme sobre la fresca tierra
quítame este ropaje
de fiebre que me asfixia
húndeme debilítame
envenena mi perezosa sangre
mujer roca de la
tribu desbandada
descíñeme estas
mallas y cinturones de rigidez y miedo
con que me aterro y
te aterro y nos separo
mujer oscura y
húmeda pantano edénico
quiero tu ancha
olorosa robusta sabiduría
quiero volver a la
tierra y sus zumos nutricios
que corren por tu
vientre y tus pechos y que riegan tu carne
quiero recuperar el
peso y la rotundidad
quiero que me
humedezcas me ablandes me afemines
para entender la
feminidad la blandura húmeda del mundo
quiero apoyada la
frente en tu regazo materno
traicionar al
acerado ejército de los hombres
mujer cómplice
única terrible hermana
dame la mano
volvamos a inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar
nunca de ti los ojos
mujer estatua hecha
de frutas paloma crecida
déjame siempre ver
tu misteriosa presencia
tu mirada de ala y
de seda y de lago negro
tu cuerpo tenebroso
y radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo
infinitamente más tuyo que para mí el mío
y que entregas de
una vez sin titubeos sin guardar nada
tu cuerpo pleno y
uno todo iluminado de generosidad
mujer mendiga
pródiga puerto del loco Ulises
no me dejes olvidar
nunca tu voz de ave memoriosa
tu palabra imantada
que en tu interior pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera
de fulgurante ignorancia
la salvaje pureza
de tu amor insensato
desvariado sin
freno brutalizado enviciado
el gemido limpísimo
de la ternura
la pensativa mirada
de la prostitución
la clara verdad
cruda
del amor que sorbe
y devora y se alimenta
el invisible
zarpazo de la adivinación
la aceptación la
comprensión la sabiduría sin caminos
la esponjosa
maternidad terreno de raíces
mujer casa del
doloroso vagabundo
dame a morder la
fruta de la vida
la firme fruta de
luz de tu cuerpo habitado
déjame recostar mi
frente aciaga
en tu grave regazo
de paraíso boscoso
desnúdame
apacíguame cúrame de esta culpa ácida
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo.
Tomás Segovia
Tomás Segovia
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